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África exilia a un dictador sin derramar una gota de sangre

24 de enero de 2017 | Defensa derechos humanos

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El 20 de enero el mundo entero estaba pendiente de la investidura de Donald Trump en Estados Unidos. Mientras tanto, a miles de kilómetros, un pequeño país de África llamado Gambia decía adiós a su dictador tras 20 años de dictadura y sufrimiento. Parecía imposible que Yahya Jammen hiciera las maletas para irse al exilio de manera pacífica. Sin embargo, la combinación de la diplomacia y de la amenaza militar bastó para que el régimen colapsara sin que se derramara ni una gota de sangre. Un hecho totalmente inédito en la historia de África.

A pesar de que esta historia tiene un final feliz, los tres días antes de la despedida estuvieron protagonizados por el miedo. Calles desiertas, soldados en la frontera y reuniones en las que el dictador estaba acorralado y era capaz de todo para mantenerse en el poder.

La presión para que el dictador se fuera del país comenzó el 9 de diciembre del 2016, cuando Yahya Jammen anunció que a pesar de haber perdido las elecciones, iba a seguir en el poder. La reacción fue unánime y ni un solo país iba a permitirlo, por lo que todos cerraron filas en torno al opositor Adama Barrow.

El 13 de enero la primera misión de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEEAO) era aterrizar en Bajul, capital de Gambia, para hacer frente al pasotismo de Jammen para retirarse del mandado. Al frente de esta visita estaba Ellen-Johnson Sirleaf, Premio Nobel de la Paz y presidenta de Liberia, quien marco los límites al dictador, pero este aún se sentía con fuerza. Junto a ella también acudió el dirigente nigeriano Mahamadu Buhari, exmilitar y exgolpista como Jemmeh y quien le ofreció asilo en Nigeria si abandonaba el poder.

Ante la despreocupación del dictador, la CEEAO volvió a advertir que si no se iba por su propia cuenta, habría intervención militar. Sin embargo, Jemmeh seguía sin inmutarse. Esto no hacía más que aumentar la tensión y a finales de diciembre el régimen estaba cada vez más debilitado debido a las diferencias entre ministros y militares.

A mediados de enero Johnson-Sirleaf y Buhari de nuevo volvieron a visitar a Jemmeh, pero el encuentro fue aún peor. El dictador grabó sin previo aviso una conversación telefónica con la presidenta liberiana y la emitió en la televisión. La respuesta de la Premio Nobel fue que estaba ”jugando con nosotros” para no dejar el poder.

La situación de incógnita provocó que 45 millones de personas huyeran del país, hasta los turistas se marcharon. Las calles estaban desoladas por el temor a un derramamiento de sangre. El 19 de enero se acababa el plazo dado por la Unión Africana y todo apuntaba a un final devastador. Pero la CEEAO se guardaba un as en la manga. Mientras Barrow era investido presidente en Dakar, dos mediadores amigos personales de Jammeh eran enviados, el guineano Alpha Condé y el mauritano Abdel Aziz. Por otro lado, las tropas senegalesas atravesaban los puestos fronterizos de Farafenni, Seleti y Karang ante un Ejército gambiano ya convencido de la inutilidad de mostrar resistencia. A Jammeh no le quedó más remedio que hacer las maletas y retirarse del poder.

Adía de hoy poco a poco está volviendo la normalidad a Gambia. En pequeñas oleadas vuelven los gambianos y los extranjeros al son de la música de los locales nocturnos y el ajetreo de las calles vuelve a resurgir con aires de paz y libertad.

Según Ousman Bargie, jefe de Estado Mayor de Defensa, los soldados de la CEEAO protegen el palacio presidencial de Banjul hasta que al país el presidente electo. Según han informado los medios de comunicación locales está previsto que los soldados permanezcan en Gambia hasta que el país se estabilice.